
La práctica de deporte implica, en la mayoría de los casos, tener que utilizar determinado tipo de ropa. Es más, últimamente hay cierta moda que nos empuja a los grandes establecimientos de ropa deportiva y que hace que parezca que sin el equipamiento adecuado no sea posible hacer ejercicio. Al mismo tiempo, en los últimos años se está reivindicando la elegancia en el deporte.
Durante décadas parecía que quien era deportista siempre tenía que vestirse de deportista, incluso cuando no hacía deporte. Personas enfundadas en un chándal permanentemente con la excusa de la comodidad. Decimos “excusa” por ese falso mito de que el traje es una prenda incómoda y que solo se viste por obligación.
Esa imagen del deportista eternamente ataviado con el chándal está cambiando en los últimos años. Cada vez vemos a más personajes del mundo del deporte preocupados por la estética, la elegancia y el buen vestir en su día a día, y no solo en determinados actos en los que “tienen que” ir en traje.
Ni el traje es solo para los hombres de negocios, ni lo es solo para las bodas. La sastrería trabaja muchas más posibilidades, y hay distintos trajes para distintas ocasiones, por ejemplo un esmoquin es un traje de etiqueta, pero hay mucha otras opciones.
En el mundo del fútbol, entrenadores como Pep Guardiola, José Mourinho o Zinedine Zidane y jugadores como Xabi Alonso han servido de modelo –a menudo de manera literal– para recuperar no solo el traje en el campo de fútbol sino también fuera de él. En algunos casos, como el del entrenador alemán Jürgen Klopp o el italiano Antonio Conte, la transformación en su estilo es más que notable.
En el fútbol, aunque no con el buen hacer de los personajes que hemos citado, siempre hemos podido ver trajes, pero en otros deportes resulta bastante más sorprendente.
El tenis abandonó la elegancia de sus primeros años y aparecieron jugadores que marcaron época con su manera de vestir, toda una declaración de intenciones, una forma de rebelarse contra unas instituciones que eran muy estáticas. Tenistas como Björn Borg o Andre Agassi decían tanto con su juego como con su look. Años después, este tipo de reivindicaciones ya no tenían sentido, pero todavía podemos hablar de un tenista que viste como juega: Roger Federer.
Algo similar a lo que sucedió en el mundo del tenis fue lo que ocurrió en el póker, un deporte que es mental, por lo que ni siquiera se puede utilizar la excusa de que hay que utilizar cierto tejido cortavientos o una licra especial. Ahora la tendencia se ha revertido y, aunque el panorama en los torneos todavía está lejos del glamour clásico de los casinos centroeuropeos, cada vez son más los jugadores que cambian la gorra y la sudadera por el traje.
El boxeo es otra disciplina que no se suele relacionar con la elegancia en el vestir. Últimamente, sin embargo, hemos visto personajes como Conor McGregor (procedente de la UFC) que demuestra que el traje se adapta a todo tipo de cuerpo y personalidad.
Un deporte que tuvo años de mucha licra, colorido y lentejuela como lo es el patinaje artístico, ha encontrado también a su Federer o su McGregor. El ejercicio de Javier Fernández en la final del Grand Prix 2012 fue un antes y un después en muchos sentidos, también en la ropa. El madrileño estaba impecable en su tributo a Charles Chaplin.
Se puede patinar y vestir elegante, y otra prueba de ello es el skateboarding. Cuando se empezó a popularizar el monopatín en Estados Unidos, en los años 60, no se veían camisetas y pantalones cortos de mucha más talla de lo que deberían ser, sino que había skaters de traje, corbata y hasta sombrero. Algunos ‘tops’ actuales, como Kilian Martín, vuelven a demostrar que el deporte y el traje no solo no están reñidos, sino que pueden ser muy bien avenidos.